Hoy me gustaría reflexionar sobre la parábola de la rana hervida, que recuerdo haber leído por primera vez en “La Quinta Disciplina” de Peter Senge.
Tenemos dos ollas al fuego, una con agua hirviendo y otro con agua todavía fría. Si ponemos una rana en la olla con agua hirviendo, inmediatamente intenta saltar y sobrevive sin problema. Pero si ponemos la rana en la olla con agua del tiempo no salta, se queda tranquilamente nadando un rato.
Tenemos dos ollas al fuego, una con agua hirviendo y otro con agua todavía fría. Si ponemos una rana en la olla con agua hirviendo, inmediatamente intenta saltar y sobrevive sin problema. Pero si ponemos la rana en la olla con agua del tiempo no salta, se queda tranquilamente nadando un rato.
Cuando la temperatura se eleva un poco, la rana no hace nada. A medida que la temperatura aumenta, la rana se va quedando cada vez más aturdida, y finalmente, cuando el agua hierve, esta tan atontada que no puede saltar y salir de la olla, a pesar de que nada se lo impide. Finalmente muere. ¿Por qué? Porque su aparato interno para detectar amenazas a la supervivencia está preparado para cambios repentinos en el medio ambiente, no para cambios lentos y graduales. Este fenómeno es muy habitual en todo tipo de organizaciones, e incluso en las personas… ¿quién no ha hervido alguna vez…?.
La conclusión de la parábola de la rana hervida sería: las amenazas a la supervivencia no vienen de hechos repentinos sino de procesos lentos y graduales (que no solemos identificar…).
La conclusión de la parábola de la rana hervida sería: las amenazas a la supervivencia no vienen de hechos repentinos sino de procesos lentos y graduales (que no solemos identificar…).
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