Al analizar el comportamiento humano en las organizaciones es imprescindible tratar el tema de las actitudes, ya que ellas muchas veces pueden ser la diferencia entre una promoción y una exclusión; entre una evaluación Promedio y una Excelente; entre “hacer química y no hacerla”; entre trabajar en equipo exitosamente o tener problemas de relaciones interpersonales.
Probablemente no haya otro sustantivo que cobre más importancia que éste en el momento de hacer un cambio en nuestras vidas o al buscar la causa-raíz de nuestros éxitos o fracasos.
Las actitudes son un conjunto organizado de convicciones, creencias, paradigmas que producen una carga afectiva y dan lugar a una conducta determinada.
Al definir el término Actitud, existen dos perspectivas, una de corto plazo que se refiere a los enunciados de evaluación que hacemos de manera puntual con respecto a los objetos, la gente, o a situaciones particulares; y la otra de largo plazo, que se refiere a ciertas predisposiciones estables de las personas, que hacen que se creen hábitos de pensar, sentir y actuar en consonancia con los valores de las personas.
En ambos casos, existen tres componentes clave: Pensamiento, Sentimiento y Comportamiento que interactúan y forman lo que denominamos el Estilo Cognitivo de la persona, que es a su vez, lo que predispondrá la actitud del individuo frente a otros estímulos.
En nuestra vida cotidiana, y en nuestras relaciones laborales nos comportamos de una manera determinada, y a veces ni nos percatamos de las causas. Si hacemos el análisis objetivo y honesto, probablemente llegaremos a la conclusión de que estas conductas son producto de paradigmas creados, que afectan nuestras emociones y por tanto nuestra forma de actuar. Un ejemplo típico es cuando evitamos a alguna persona, probablemente lo hacemos porque nuestros estilos son diferentes, lo que genera un sentimiento de rechazo y nos conduce a evitarla.
Esto crea un círculo vicioso: al comportarnos de una manera con alguien, probablemente recibamos reciprocidad en este trato, nuestros pensamientos se autorefuerzan, se incrustan en nuestro estilo cognitivo, y acabamos automatizándolos sin apenas darnos cuenta.
Nuestros paradigmas, experiencias, cogniciones, van creando todo un archivo en nuestro pensamiento. La influencia mayor la recibimos de nuestra educación a lo largo de los años, por experiencias y momentos vividos, pero según nos vamos insertando en las organizaciones vamos incorporando otras cogniciones y vamos recibiendo otras influencias producto de los estilos de nuestros jefes, relaciones con nuestros compañeros o colegas, adiestramientos, cultura de nuestras organizaciones y hasta de las influencias histórico-políticas de nuestro país o de los países en los cuales hemos vivido. Generalmente, lo que hacemos es alinearnos a lo que admiramos, respetamos, o hasta tememos.
Al hablar de actitudes, debemos considerar los siguientes principios:
1er. Principio: Nuestros pensamientos negativos son consecuencia de un estilo cognitivo distorsionado.
Algunas veces este estilo cognitivo está distorsionado, ya que está creado por pensamientos sobre la realidad que no son verificables y nos provocan emociones negativas que no están en consonancia con el activador.
Cuando damos cabida a estos pensamientos distorsionados acabamos atrapados por un estilo cognitivo inoperante que instala un sentimiento negativo en nuestras vidas y nos convertimos en personas con actitudes negativas, manifestando estilos cognitivos variados tales como: Tendencias a generalizar de manera excesiva; Filtración de ciertas características amoldadas a nuestra percepción; descalificación de lo positivo incluyendo ver lo positivo en otros; llegar a conclusiones apresuradas sin fundamentos; vivir la vida bajo enunciaciones “debería” ; o tendencias a etiquetarse a sí mismo o a los demás en base a una experiencia o un solo hecho, entre otros.
2º Principio: El pensamiento – las cogniciones – determinan nuestros estados anímicos. Nuestra actitud determina nuestro enfoque de la vida y cuando nos dejamos apresar por las actitudes negativas, empezamos una interpretación del mundo funesta, no se recuerdan las ocasiones en que hemos sido felices, y si las logramos recordar, no tienen el significado real. Lo peor de todo es que con ese sentimiento, giramos hacia el futuro, y lo vemos igualmente funesto.
3er. Principio. Nuestras actitudes determinan nuestras relaciones. Mantenernos con una actitud abierta y positiva frente a los demás nos abrirá muchas puertas. El famoso empresario estadounidense John Rockefeller dijo “Pagaría más por la habilidad de tratar a la gente, que por cualquier otra habilidad bajo el sol”.
Muchos estudios han validado la importancia del manejo de las relaciones en el éxito laboral. Uno de ellos, del Stanford Research Institute, determinó que el éxito en una posición depende en un 12.5 % del conocimiento del producto y en un 87.5% del conocimiento (buen manejo) de la gente.
Podemos concluir diciendo que realmente no vemos el mundo tal como es, sino tal como somos, proyectamos nuestras experiencias condicionantes sobre la realidad exterior y llegamos a creérnosla.
Si queremos mejorar nuestro estilo cognitivo, reflexionemos con honestidad y humildad, sobre los paradigmas que están adheridos a nuestras conductas, de manera que podamos hacer verdaderos cambios de actitudes que redunden en mejores relaciones y en un mayor éxito profesional.
“Cambia tu manera de pensar y cambiarás tu vida”. Norman Vicent Peale.
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