El control es una de las estrategias que utilizamos para lidiar con las emociones con las cuales nos sentimos incómodos, tales como la ira, el miedo, la impotencia, la frustración, la inseguridad, entre otras. Cuando controlamos buscamos acallar la voz de nuestras emociones.
Hay muchas maneras de controlar las emociones. Podemos racionalizarlas, reprimirlas, negarlas o simplemente tratar de desconectarlas, en el caso de que nos resulten demasiado amenazantes. Pero el resultado de este “esfuerzo disciplinado” por controlar las emociones, es la pérdida del contacto con el sí mismo y la no autenticidad.
Negar o reprimir “emociones indeseadas” como el miedo, la tristeza o la rabia, no hará que desaparezcan, por más “disciplina y control” que utilicemos. Seguirán presente en nuestras vidas, pero expresándose de otras formas, como rigidez corporal, insomnio, adicciones, falta de espontaneidad, irrupción descontrolada de los rasgos y sentimientos controlados, actuaciones compulsivas en algunas de nuestras acciones, degradación funcional de la secuencia vital de nuestra comunicación (percepción – sentimiento – expresión).
La emoción es energía que genera nuestro organismo y que por su naturaleza busca expresarse. Ahora la energía, por principio físico, no se destruye sino que se transforma.
La clave para lograr maestría en el manejo y expresión de las emociones no es negarlas o controlarlas, sino permitir que fluyan, dejar que tu emoción te informe que está pasando contigo, para luego decidir cómo atenderla de la manera más segura y productiva. La idea implícita es la del “judo emocional”, que consiste en ver la emoción como una fuerza que busca expresar una necesidad del organismo y tratar de absorber la energía o fuerza (fluir con lo que se está sintiendo – adquirir plena conciencia) y ayudarla (no bloquearla, controlarla) para que complete su movimiento, utilizando su fuerza para que continúe su camino, en vez de bloquearla, causando que nos tumbe o agobie. Por otra parte, liberar la energía que generalmente usamos para reprimir las emociones producirá un enorme flujo de vitalidad que se manifestará en forma de relajamiento, creatividad, satisfacción y poder personal.
Hay tres metáforas que pueden servir para ilustrar el manejo de las emociones:
1. Comparar la emoción con un pozo de agua contenida, sin movimiento, lo cual equivale a controlar / reprimir las emociones. ¿Qué pasa con el agua en tales condiciones? Naturalmente se pudre, pierde vitalidad.
2. Compararla con un tsunami, cuya violencia de agua, arrasa con todo a su paso, causando muerte y devastación, lo cual equivale a dar rienda suelta a nuestras emociones sin medir consecuencias, de tal forma que nos convertimos en sirvientes de nuestras emociones, lastimando a otros y a nosotros mismos y saturándonos de conflictos interpersonales
3. La tercera metáfora es la de una represa hidroeléctrica, que permite que el agua fluya, pero a la vez sea canalizada para fines productivos.
Hay muchas maneras de controlar las emociones. Podemos racionalizarlas, reprimirlas, negarlas o simplemente tratar de desconectarlas, en el caso de que nos resulten demasiado amenazantes. Pero el resultado de este “esfuerzo disciplinado” por controlar las emociones, es la pérdida del contacto con el sí mismo y la no autenticidad.
Negar o reprimir “emociones indeseadas” como el miedo, la tristeza o la rabia, no hará que desaparezcan, por más “disciplina y control” que utilicemos. Seguirán presente en nuestras vidas, pero expresándose de otras formas, como rigidez corporal, insomnio, adicciones, falta de espontaneidad, irrupción descontrolada de los rasgos y sentimientos controlados, actuaciones compulsivas en algunas de nuestras acciones, degradación funcional de la secuencia vital de nuestra comunicación (percepción – sentimiento – expresión).
La emoción es energía que genera nuestro organismo y que por su naturaleza busca expresarse. Ahora la energía, por principio físico, no se destruye sino que se transforma.
La clave para lograr maestría en el manejo y expresión de las emociones no es negarlas o controlarlas, sino permitir que fluyan, dejar que tu emoción te informe que está pasando contigo, para luego decidir cómo atenderla de la manera más segura y productiva. La idea implícita es la del “judo emocional”, que consiste en ver la emoción como una fuerza que busca expresar una necesidad del organismo y tratar de absorber la energía o fuerza (fluir con lo que se está sintiendo – adquirir plena conciencia) y ayudarla (no bloquearla, controlarla) para que complete su movimiento, utilizando su fuerza para que continúe su camino, en vez de bloquearla, causando que nos tumbe o agobie. Por otra parte, liberar la energía que generalmente usamos para reprimir las emociones producirá un enorme flujo de vitalidad que se manifestará en forma de relajamiento, creatividad, satisfacción y poder personal.
Hay tres metáforas que pueden servir para ilustrar el manejo de las emociones:
1. Comparar la emoción con un pozo de agua contenida, sin movimiento, lo cual equivale a controlar / reprimir las emociones. ¿Qué pasa con el agua en tales condiciones? Naturalmente se pudre, pierde vitalidad.
2. Compararla con un tsunami, cuya violencia de agua, arrasa con todo a su paso, causando muerte y devastación, lo cual equivale a dar rienda suelta a nuestras emociones sin medir consecuencias, de tal forma que nos convertimos en sirvientes de nuestras emociones, lastimando a otros y a nosotros mismos y saturándonos de conflictos interpersonales
3. La tercera metáfora es la de una represa hidroeléctrica, que permite que el agua fluya, pero a la vez sea canalizada para fines productivos.
¿Con cual de las tres metáforas te identificas?
“Al sentir una emoción que nos disgusta, como el miedo o enfado, queremos controlarla para que desaparezca. Pero así, sólo se intensifica. El camino es ayudarla a madurar” – N. Levy
“Al sentir una emoción que nos disgusta, como el miedo o enfado, queremos controlarla para que desaparezca. Pero así, sólo se intensifica. El camino es ayudarla a madurar” – N. Levy
Si reconocemos la emoción, la hacemos nuestra; yo la controlo, la desmenuzo y decido que quiero seguir en ese estado de emoción o no; me puedo permitir sentir cualquier emoción.
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