CONTADOR

jueves, 15 de abril de 2010

¿Dónde esta el gato?



José Luis Larrea, escribió el 29/03 este articulo: ¿Dónde está el gato?. Admiro a José Luis, estudio en la misma universidad que yo , fuí allí donde le escuche hablar la primera vez, para mi es un experto en todo lo que es tema de innovación.Hoy es presidente de Ibermática, una empresa radicada en San Sebastián , una empresa muy innovadora.

"Los procesos de innovación transitan por diferentes territorios, recorren diferentes espacios, cruzando fronteras. La primera de las fronteras que tenemos que cruzar es la que separa el mundo conocido de lo desconocido. Supone el primer paso, el que nos lleva a buscar lo nuevo, lo diferente. Este primer paso es fundamental porque sin él no da comienzo el proceso de innovación. Nace de nuestra capacidad para sorprendernos, que tiene mucho que ver con una actitud abierta, consciente de sus prejuicios, pero dispuesta a cuestionarse los contextos. El primer espacio en el que se da la batalla de la innovación es, pues, el espacio del estímulo. Sin ese primer paso no hay aventura posible.

Una vez activado el espacio del estímulo, la sorpresa de lo nuevo está servida, la creatividad se dispara y la intuición aparece en un nuevo amanecer. Pero si nos quedamos en el estímulo, en activar la sorpresa y capturar la atención para el cambio, nos quedaremos al principio del camino. Hay personas que se sorprenden por casi todo, que están dispuestas a que las nuevas ideas emerjan, pero no dan el paso siguiente.

El espacio del estímulo debe recorrerse pero no para quedarnos en él, sino para buscar una nueva frontera. En la nueva frontera, que se sitúa a partir de aquello que nos sorprendió, fruto de un estímulo, se encuentra el desafío de que la sorpresa nos sugiera algo concreto. Ese paso del proceso de innovación, el de la sugerencia, se da en un nuevo espacio: el de la conversación.


Es el espacio en el que contrastamos con otros el destello intuido de lo nuevo, fruto de nuestro transitar por el espacio del estímulo. Es un espacio para escuchar a los demás e intercambiar opiniones y puntos de vista, abre nuestra idea al contraste con la diversidad, con opiniones encontradas que la pulen, la perfeccionan y nos permiten avanzar en el proceso. Todos estamos de acuerdo con la necesidad de compartir y contrastar con los demás; necesitamos conversar con otros para innovar. Conversar es escuchar y estar dispuesto a cambiar de idea. Pero lo primero es escuchar a los demás, y eso que lo decimos tan fácil, no lo llevamos a la práctica. Necesitamos escuchar a los demás, dándoles la oportunidad de que rompan nuestros prejuicios, nuestras ideas preconcebidas sobre las cosas.




Si no, nos pasará como en el chiste del gato.

Nuestro personaje se encuentra a la 1.30 horas de la madrugada conduciendo por una carretera solitaria, después de una jornada de trabajo dura y no especialmente gratificante. Llueve copiosamente y es una noche cerrada. De repente, se oye un ruido, como una explosión controlada, al mismo tiempo que el coche pierde su equilibrio, ¡blam! Una rueda pinchada. Pasado el primer susto, en el que el corazón amenazaba con salirse por la garganta, nuestro protagonista es consciente de la situación:

-¡Maldita sea! Con este tiempo? sólo me faltaba esto -rezonga para sí mismo, mientras aparca en la cuneta de la carretera. Sale del coche mojándose, coge el paraguas y se acerca al capó trasero, levanta la tapa, aparta los bultos desordenados que ocupan el espacio, y se da cuenta de la realidad.

-¡Cielos! Me dejé el gato en el garaje -después de asumir la situación, sólo le queda pensar en cómo salir del problema. Mira alrededor en la noche oscura, a través de la lluvia, esperando encontrar a alguien que le ayude. Entonces, a lo lejos, a más de un kilómetro de distancia, ve una granja con una tenue luz. Su mirada no alcanza a ver ninguna otra opción y piensa:

-Allí hay una granja. Aunque? a estas horas y con este tiempo ¿encontraré a alguien dispuesto a echarme una mano? -y continúa hablando para sí:

-Si le pido un gato, me puede enviar a hacer puñetas. Pero con esta lluvia, y en esta situación, no tengo alternativa -mientras inicia este diálogo consigo mismo, se encamina hacia la casa sin saber muy bien si merece la pena el intento.

-Son casi las dos de la madrugada. Seguro que ni me abren la puerta -piensa para sí, a la vez que el susto del pinchazo se va sustituyendo por un malestar general, fruto de las negras expectativas. Mientras, se va acercando a la casa.

-No creo que me escuchen. Esta gente de campo es muy desconfiada. Seguro que ni me abren -a pesar de eso, llega a la casa y toca la puerta.

-No me van a abrir? y si me abren lo mismo me reciben con una escopeta y cajas destempladas - se va metiendo en su papel de agraviado, convencido de lo erróneo de su decisión, mientras oye unos pasos que se acercan.

-Ya no me puedo echar atrás, pero me puedo preparar -piensa mientras se pone en guardia, enfadado, el gesto hirsuto, duro y todo el cuerpo en tensión. Entonces, se abre la puerta y el dueño de la granja, un hombre bonachón, enfundado en su bata de casa, con el gesto apacible y dispuesto a ayudar, le dice:

-¿Qué le sucede buen hombre?, ¿en qué le puedo ayudar? -para entonces nuestro protagonista ya no escucha, se ha montado su película, ha proyectado sus miedos y frustraciones y, saliéndose de sus casillas, espeta de malas formas al dueño de la casa:

-¿Sabe qué le digo?? ¡Que se meta el gato por donde le quepa!

La verdad es que la mayor parte de las veces nuestras conversaciones consisten en eso, en proyectar nuestra idea de la cosas, sin escuchar a los demás. El primer paso para dialogar es escuchar al otro desde el respeto a su opinión. El segundo paso es estar dispuesto a contrastar pareceres y reconsiderar nuestra opinión inicial. El filósofo Daniel Innerarity dice que "el diálogo o es un proceso para que te puedan quitar la razón, o no sirve de nada". La verdad es que es una buena reflexión.

En el espacio de la conversación, fundamental en los procesos de innovación, debemos escuchar a las voces de la diversidad y, además, estar dispuestos a que nos quiten la razón. El recorrido por ese espacio es esencial para innovar y sabiendo con qué razones entramos no sabemos con cuáles saldremos. Este espacio del diálogo y la conversación está presente en el discurso, pero no lo está tanto en la práctica. Debemos activar esos espacios en la sociedad, en la empresa y en todo tipo de organización, pues es dónde crece y se desarrolla la innovación. Si no, nos pasará como al protagonista del chiste.


Gracias José Luis por compartir tus conocimientos.

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